Una lucha frente a la incongruencia entre la normalización de la hipocresía en nuestros días y la “paradójica” sinceridad que exigimos a nuestros menores
Hoy nuestra compañera del EOEP Rioja Baja Laura Ruiz Lapedriza comparte una reflexión sobre la sinceridad, aprender a decir la verdad como base para adquirir otros Valores tan importantes en la vida como la confianza, la bondad, la generosidad, la amabilidad, el respeto, la responsabilidad, la justicia o la amistad.
En la sociedad actual donde la mentira protagoniza cualquier área de nuestra vida “vestida de dulce hipocresía”, la sinceridad es siempre la gran incomprendida. Esta realidad es cuando menos frustrante. Es como si en el mundo de hoy, comunicar con transparencia, hablar sin filtros… fuera un delito, una osadía de algún valiente que está poniendo casi en juego su vida y, con educado respeto, es capaz de ir con el corazón por delante y con la verdad en su boca. Lo preocupante es que esta actitud no es generalmente bien recibida, se acepta con mucha más normalidad la falta de transparencia, las dobleces, las medias tintas…Esto no nos escandaliza, la VERDAD sí.
“En el reino de la hipocresía, la sinceridad es la gran incomprendida”
No es nada fácil el asunto. En la actualidad son muchos los sociólogos que definen a una buena parte de la población como entidades “pasivas”, como meros testigos de lo que acontece en ese mundo que se enmarca en un televisor, no les gusta mojarse, prefieren no ser partícipes de sus vidas, se limitan a verla pasar y dejar que se la narren, optan por seguir ese guion predeterminado en vez de elegirlo ellos mismos, “por miedo a…”. La hipocresía o “pura apariencia moralmente permitida” reina en muchas de nuestras esferas cotidianas, ya sea entre amigos, familiares, en muchos escenarios laborales e incluso en la intimidad de algunas de nuestras casas, sin que reaccionemos ante ella. ¿Qué ocultamos tras esta realidad?
Hay quien opta por el silencio y por esa supuesta pasividad por simple y absoluto cansancio o dejadez. Porque ya sabemos “de qué pie cojea” ese familiar, ese directivo, ese amigo o ese compañero de trabajo. Sabemos que abundan en exceso aquellos que defienden la igualdad, y que sin embargo en su interior desprecian en secreto que otros tengan sus mismos derechos, sus mismas oportunidades. He aquí la cara más opaca de la mentira y que desgraciadamente la vivimos en nuestro día a día.
Sin temor a equivocarnos, podríamos decir que hay una dimensión mucho más cruda, oscura y peliaguda que la propia mentira: la hipocresía. Es nada más y nada menos que una falta de honestidad llevada en el más absoluto secreto, “clandestina”, ahí donde uno esconde la propia personalidad mientras de cara al público trata de exhibir una nobleza moral intachable. Este juego de la doble moral no deberíamos pasarlo por alto, sobre todo porque a raíz de esta observación se nos viene a la cabeza un interrogante: ¿con qué justificación les vamos a exigir luego a nuestros menores que deben ser honestos, legales, sinceros, claros, transparentes, que no deben mentir nunca…cuando paradójicamente lo que están viendo es este juego sucio?
Es más embarazosa e influyente tal incoherencia de cara a la futura educación de los más pequeños de lo que quizás podemos imaginar, y totalmente injustificable. ¿Qué lección les queremos transmitir cuando estamos predicando algo y con el ejemplo haciendo justo lo contrario? Este comportamiento cargado de falta de autenticidad está influyendo significativa y negativamente en su aprendizaje posterior.
Esto nos conduce a importantes deliberaciones: si realmente les estamos demandando una actitud sincera y de no mentira;
- ¿cómo es posible que con frecuencia nos vean hablar tanto con esa persona a la que no soportamos y tanto criticamos por detrás?
- ¿que estemos luchando por la igualdad y en el fondo lo que nos fastidia es que el otro/a está a nuestro nivel?
- ¿cómo podemos callarnos cuando nos mandan algo con lo que no estamos de acuerdo en absoluto y actuamos como “borreguitos”, sin criterio alguno?
- ¿por qué no nos atrevemos a hablar con el corazón delante de los otros, a ir con la verdad por delante y preferimos movernos en la ambigüedad?
- ¿por qué no nos atrevemos a acabar esa frase que tantas ganas teníamos de soltar, si no vemos el respaldo de la mayoría?
- ¿por qué le estamos diciendo que sí al otro cuando probablemente ni le estamos escuchando o lo que estamos pensando es que cuándo se callará?
- En definitiva, ¿por qué ese pánico a mostrar NUESTRA Personalidad?
No hay explicación fácil para abordar dicha discordancia, pero no estaría de más planteárnoslo como un RETO si lo que buscamos es un futuro con personas transparentes, sinceras, con mirada limpia, auténticas, coherentes, con un “yo” estable, que lo que están diciendo se corresponde con lo que realmente piensan…con ello podríamos conseguir que la comunicación fluyera de verdad, y de esta manera evitar tanto malentendido, y así propiciar el entendimiento y la empatía.
Verdaderamente, ¿no pesa mucho más llevar siempre una máscara puesta que ir con la cara al descubierto? ¿Cuál es el fin? Si objetivamente sólo carga más, hace más daño, suma trabajo y además está impidiendo que los otros conozcan nuestro verdadero yo, ése que mucha gente estaría encantada de conocer. Sería interesante plantear el ir con el corazón al descubierto (aún a riesgo de…) para que todos podamos conocernos al desnudo, y a partir de ese descubrimiento ya elegiremos, con conocimiento de causa, con quien nos queremos quedar y con quién no.
“Enseñemos la Verdad sin Miedo a ser Verdaderos”
Reflexión: ¿Por qué esa desmesurada preocupación por construir (ya sea en nosotros o en nuestros menores) tanta “fachada adosada”, que no rompa la estructura, con el único fin de quedar acordes con el escenario, con esa imagen que queremos proyectar…? Cuando precisamente lo que deja huella en esta vida es lo Peculiar, lo Diferente, lo que rompe esa disposición tan predecible…y obviamente, sin olvidar que lo que imprime carácter es el fondo; no algo tan efímero y tan sobrevalorado actualmente como la forma, el exterior, la apariencia, lo superfluo…
Como consecuencia de, ¿no sería mejor enseñar a darle a cada cosa que hagamos, a nuestra Personalidad ese “sello”, ese distintivo, para que quede grabado como algo “insigne”, en lugar de intentar pasar como una copia más entre todas esas fachadas, sólo con el fin de ocultar nuestro aspecto diferencial por miedo a…?
Es evidente que lo especial lo marca la diferencia, con lo cual, ¿no será más positivo pelear por no ser un calco del otro? Esta pretensión de “falsa similitud” carece de toda lógica, ya que de esta manera sólo estamos ocultando lo más preciado que poseemos, nuestra INDIVIDUALIDAD, y al mismo tiempo, privando a los demás del Privilegio de conocernos en cuerpo y alma. Deberíamos tratar de fomentar y sobrevalorar lo original, lo que nos hace únicos.
“La verdad duele una vez, pero la mentira duele siempre”.
La raíz del problema: Normalizamos la hipocresía casi sin darnos cuenta
De niños, los adultos nos repiten cientos de veces que la verdad es buena y que mentir es una costumbre que es mejor no adquirir. Nos inician en una práctica de la que tarde o temprano descubrimos sinuosos recovecos, brutales incoherencias… Tal y como nos explicó Lawrence Kohlberg en su teoría sobre el desarrollo moral, es en la segunda etapa, en la llamada “moral convencional”, cuando el niño de entre 10 y 13 años desarrolla ya un inicio de conciencia sobre el sentido de la justicia, de la verdad y la mentira, descubriendo además cómo los adultos pueden caer en sus propias contradicciones
Observamos cómo los mayores nos exigen sinceridad, sin embargo son muchos los que se ofenden si decimos la verdad sin filtros, sin decoros. Desgraciadamente, en el mundo de hoy, donde lo que más se exige es la verdad, para nuestra sorpresa, cada día encontramos una carencia enorme de ésta, mucho engaño, temor a ser sinceros, a cualquier nivel. Poco a poco llegamos a unas situaciones en las que nos preguntamos qué puede ser mejor: ofender con la sinceridad o mentir por simple educación. La elección de una u otra es ya es una cuestión de prioridades personales de tipo ético-moral.
Tarde o temprano asumimos que la hipocresía reina e impera, y con ella, sólo se construye una falsa convivencia; una convivencia donde exhibir gloriosos principios morales y bellas ideologías bajo las cuales, a menudo, se esconde la cobardía o la simple despreocupación por los demás. Y lo más peliagudo es que lo tenemos tan normalizado que prácticamente a nadie le escandaliza.
Al hilo de todo lo anterior, parece que hoy en día la Hipocresía sea Garantía de éxito y de más admiración entre los tuyos, cuando desafortunadamente todos sabemos que no hay nada como ir con la VERDAD por delante, y que no hay nada que llegue más lejos que la verdad.
Sin embargo, existe un temor muy generalizado a decir la verdad en muchos contextos, por ejemplo en los ámbitos más formales, como si fuera una cuestión de mala educación, y ahí está el problema.
¿Por qué se confunde Sinceridad con Falta de Educación, cuando es precisamente lo contrario? Hemos llegado a tal caos que tenemos los conceptos totalmente confusos. Pero la base radica en que como en las redes sociales, en la televisión, contrariamente y continuamente estamos viendo que lo que impera es la MENTIRA, ¿cómo saber qué trayectoria seguir? La hipocresía está plenamente institucionalizada en nuestra sociedad, la hemos normalizado hasta extremos inconcebibles. Sin embargo, y aquí llega el dato curioso, la mayoría tenemos como un “radar” siempre actualizado que sabe detectarla. Enseguida la vemos o sospechamos en nuestros políticos, en alguno de nuestros familiares o compañeros de trabajo y sin embargo no reaccionamos ante ella. Con este silencio no estamos beneficiando ni al otro ni a nosotros mismos, lo único que estamos retroalimentando una comunicación cada más Falsa.
De algún modo, somos conscientes de que es una batalla casi perdida: es una tarea difícil cambiar a quien ni tan siquiera es honesto consigo mismo, pero hemos de pensar que no imposible y pelear por esa Verdad que, aunque a veces cueste escuchar, es un Don que todos tenemos la suerte de poder expresar para que los otros puedan tener acceso a nuestro verdadero YO y no a ese YO “camuflado”, el ejemplo más deconstructivo que podemos legar a nuestros descendientes. Se merecen conocer nuestra Verdad, más fea o más bonita, para que puedan aprender y desenvolverse en este campo con total naturalidad, con el fin de conseguir una Auténtica comunicación y una Confianza cada vez mayor en sí mismo y en el otro.
A la falsedad se la supera siendo siempre auténticos
Hay varios tipos de hipocresía. Están los que exhiben grandes atributos para esconder oscuros principios morales: el racismo, el machismo, una mente retrógrada. Sin embargo, el tipo de falsedad que más abunda es la de esa persona que busca encajar, ser aceptado e incluso alabado. Por ello, no dudará en defender hoy el color rojo y mañana el verde y al otro el azul, dependiendo siempre de en qué escenario se mueva.
“La única cosa peor que un mentiroso, es un mentiroso que también es hipócrita”
-Tennesse Willians-

Estar orientados en todo momento por la opinión de los demás vulnera nuestra autoestima e impide que practiquemos, por ejemplo, esa “honesta” autoevaluación con la cual, vivir siempre de acuerdo a nuestros propios valores.
La verdad triunfa sobre sí misma, la mentira necesita complicidad
A la hipocresía no se la vence, se la encara. Tal y como hemos señalado con anterioridad, cambiar al hipócrita es una batalla perdida, es casi algo innato, pero lo que sí podemos hacer es dar ejemplo, ser auténticos y desactivar la influencia que puedan tener sobre nosotros.
“Me gusta que me digan la verdad, yo ya veré si me duele o no”
La grandeza de poder de decir las cosas a la cara
Decir las cosas a la cara es ser sincero, nada más y nada menos. La gente confunde esto con la falta de educación, de tacto o de prudencia. Dado que la sinceridad es un término que lleva a confusión y cada uno tiene su propia versión del cuento, veamos algo más sobre ella.
La sinceridad no es decir todo lo que nos viene a la cabeza ni decirlo de forma brusca ni hacerlo en cualquier momento. Asimismo, ser sincero con criterio, empatía y ética no significa maquillar la realidad, sino adecuar su comunicación al momento y a la persona.
La sinceridad nos hace compañeros, confidentes, gente leal, íntegra. O sea, buena gente. Como es obvio, muchas veces la intención no es mala sino todo lo contrario. Sin embargo, debemos saber que no diciendo la verdad estamos faltando al respeto a la persona “afectada”.La sinceridad nunca duele, lo que duele son las realidades. Esa realidad que tratamos de disfrazar con sutileza para que de cara a los ojos de los demás parezca más bonita ( no sea que mi perfil no encaje con lo que se espera de mi), y así uno mismo ve cómo crece su Autoestima, aunque sea a base de Falsa realidad, con el único fin de ofrecer a los demás la Imagen que nos gustaría que tuvieran de nosotros, hoy “me toca” de formal, hoy de defensor de causas perdidas, mañana de pasota total, al día siguiente de conformista, hoy de “ayudo a todo el mundo y quedo genial”, hoy de sincero a la cara, mañana de prudente, hoy de conversador, hoy de “soy todo oídos”, mañana de “no me entretengas que tengo prisa”, hoy de “hoy te piso” y mañana “necesito tu ayuda por favor”… En resumen, son tantos los disfraces tras los que nos podemos esconder como las millones de personalidades que podemos encontrar en el mundo
Pero sin lugar a dudas, el problema radica en saber: ¿cómo me enfrento hoy contigo o incluso conmigo mismo? ¿ al de ayer, al de antes de ayer, al de mañana, de qué manera te hablo, cómo sé quién eres hoy? ¿ con qué versión te pillo hoy? Con tanta tergiversación de nuestras vidas, lo único que hacemos es poner trabas a la comunicación libre y verdadera, y la privación de este derecho al conocimiento del otro en su integridad implica una “laguna” muy importante y con consecuencias a tener en cuenta, tanto a corto como a largo plazo.
En resumen, la verdad construye y la mentira destruye.
No podemos vivir esperando que la vida sea un camino de rosas ni para nosotros ni para los demás. Así, siempre que nos corresponda deberíamos optar por ser sinceros y no despojar al otro de la oportunidad de crecer superando las adversidades o incomodidades de su propia existencia. En ocasiones es el camino más fácil, pero por supuesto no el más constructivo. La posibilidad de acceso a nuestra Verdad debemos tenerla siempre, nos guste más o menos, luego ya decidiremos cómo hacerle frente. Es el único conocimiento que nos va a llevar a crecer íntegramente, en la oscuridad no es posible crecer plenamente, es obvio que la trayectoria no va a ser nítida.
En definitiva, recordemos que proteger de un daño a través de la “ocultación”, la doblez, el fingimiento,… con la posibilidad de causar otro peor, pierde todo el sentido y toda la lógica. Por lo tanto, actuemos en consecuencia y vamos a desenmascarar esa Verdad que todos llevamos dentro y tanto necesitamos soltar espontáneamente.
Destapemos toda nuestra Verdad Interior, y transmitamos la más Fructífera Lección que podemos brindar a un niño/a desde que adquiere la conciencia. La SINCERIDAD es el más Valioso Aprendizaje que les podemos regalar, así que evitemos educarlos en la Doble Moral porque al final del camino, la Verdad es la que nos está esperando a todos. Vivir en la Mentira supone una gran pérdida, implica perderse gran parte de nuestra mejor o peor realidad, pero Realidad al fin y al cabo, es vivir en un mundo paralelo totalmente diferente del que nos corresponde, es la máxima Incongruencia y el mayor Fracaso al que nos podemos ver abocados de por vida. Sembremos esto desde la más tierna infancia
Pautas para educar en la Sinceridad
Promovamos por ejemplo a través del Modelado, desde nuestro rol, (como tutor/a,educador/a, orientador/a,padre/madre,…) unos valores en los que prime LA SINCERIDAD, LA NATURALIDAD Y LA COHERENCIA para que puedan caminar con paso firme y entender con un criterio claro el hilo de su historia, con el fin de que no se pierdan por “falsos derroteros”; en definitiva, es nuestro deber prioritario como adultos alumbrarles el camino para que no se vean en la necesidad de ir a ciegas, prácticamente abocados al Fracaso, ofreciéndoles así la mejor herramienta de la que disponemos para obtener el éxito a todos los niveles: NUESTRA AUTENTICIDAD, EL SER NOSOTROS MISMOS EN CADA MOMENTO.
Sólo y exclusivamente la VERDAD nos va a llevar a la META del Aprendizaje Integral.
Los estímulos y el ejemplo de los padres es lo fundamental para conseguir que el niño no mienta y aprenda a afrontar la realidad de cara. Algunas pautas muy sencillas que proponemos desde el EOEP Rioja Baja pueden ayudar a conseguirlo:
- Estar atentos a los momentos en que el niño dice la verdad y alabar su comportamiento.
- Averiguar qué razones le impulsan a mentir e intentar corregirlas.
- Crear un clima afectivo de confianza, donde el niño no tenga miedo a ser rechazado o reprendido por no cumplir las expectativas.
- No hacer juicios de valor como llamarle mentiroso, mucho menos delante de otras personas.
- Y lo fundamental: Ser un ejemplo a imitar, las pequeñas mentiras del día a día de los adultos son observadas por los niños y posteriormente imitadas.
Y RECORDAD QUE…los niños hacen lo que ven.
Bibliografía
http://lamenteesmaravillosa.com
http://inpsyhtblog.com/la-psicologiadelahipocresia
Procesos Psicológicos Básicos. José Luis Fernández Trespalacios. Ed. Sanz y Torres.
Reflexiones psicológicas sobre la Hipocresía en Kant.